martes, 27 de enero de 2009

¿Presidente católico.. o vuelve la intolerancia?

La Comisión Diocesana de Comunicación Social e Informática de la Diócesis de Texcoco, nos comparte este artìculo de la Crónica de Hoy

¿Presidente católico... o vuelve la intolerancia?
Por Manuel Gómez Granados
Domingo 18 de Enero, 2009


El periodista y escritor inglés Gilbert Keith Chesterton, hace más de un siglo, –católico converso– escribió: “Los hombres que empiezan a luchar contra la Iglesia por el bien de la libertad y la humanidad terminan por abandonar la libertad y la humanidad aunque sea sólo para seguir luchando contra la Iglesia”.
Esto se aplica a muchos políticos e intelectuales, sobre todo aquellos a quienes causó resquemor la asistencia del Presidente Felipe Calderón al VI Encuentro Mundial de las Familias el miércoles pasado, porque, según ellos, se violó” la laicidad del Estado.
Esta reacción es, por decir lo menos, una exageración, si no es que se trata de una auténtica expresión de intolerancia. En el Encuentro, el Presidente dijo: “para cualquier evento de cualquier signo, ideología, religión, que precisamente, promueva valores y principios fundamentales para México, nuestra Patria siempre tendrá los brazos abiertos”. Y podría haber añadido que es de agradecer a toda persona que venga a fecundar el pensamiento de los mexicanos.
Recordemos que el Presidente se reunió el 12 de octubre del 2007 con la comunidad judía y el 21 noviembre del mismo año con la comunidad libanesa, entre quienes se encontraba además, el arzobispo de la Iglesia ortodoxa. En esa ocasión nadie pensó que por esas reuniones se hubiese puesto en riesgo la laicidad del Estado.
¿Por qué entonces ahora, al asistir el Presidente a un evento católico –que no fue un acto de culto público como muchos quieren hacer creer–, se pone “en riesgo” al Estado y en las ocasiones anteriores no? El malestar de estas expresiones intolerantes es que, quiéranlo o no, la Iglesia católica continúa siendo un referente obligado para entender la realidad de nuestro país y es la más numerosa y con mayor relevancia social.
Roberto Blancarte concluyó que el jefe del Ejecutivo es católico; gran descubrimiento que, según él, influirá en los funcionarios del gobierno federal para elaborar políticas públicas favorables a las posiciones de la Iglesia católica. ¿Hará falta recordar que prácticamente todos los presidentes de México han sido católicos? Si esa tesis fuese cierta, tendríamos desde hace ya varios sexenios a un cura al frente de Conapo, el DIF o Gobernación, y algún viso habría no digamos de privilegio, sino de diálogo y cooperación y no hay tal.
La verdad es que la Iglesia católica estaba mejor cuando los gobernantes se confesaban agnósticos y no temían que los etiquetaran de creyentes, masones o anticlericales. Hoy, más bien, los gobernantes hacen relaciones públicas y no tanto política. Si así fuese habría plena libertad religiosa y no mexicanos de primera y de segunda.
El respeto a las creencias religiosas de todas las personas, incluyendo a los gobernantes, es una cuestión de elemental respeto a los derechos humanos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos –tan manoseada por los grupos que se dicen de vanguardia en la defensa de los derechos de las mujeres o las minorías o los temas de la vida–, establece claramente en su artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado…”.
Tanto derecho tienen los creyentes como los no creyentes para expresar sus convicciones y manifestarlas en público y en privado. En una sociedad democrática ninguna voz sale sobrando o debe ser silenciada.
El Encuentro es un evento católico que analiza desde su doctrina la situación de la familia. No es un foro para que cualquiera vaya y opine, ni una asamblea para poner a votación las convicciones de los convocantes. Podemos o no estar de acuerdo con lo que dicen o con la organización o el manejo de la comunicación pero de lo que no hay duda es que debemos respetarlos.
La población mexicana se agrupa en hogares familiares que representan 97.7% de la población total, de esas familias 20.9% tiene como cabeza a una mujer, y muchas familias están desintegradas, rotas, mal constituidas. Esa es la realidad, reflexionemos sobre ella y hagamos algo para bien de las familias.
En México “la sociedad está cambiando y con ella también se está transformando la vida de las familias y de las personas”, dijo el Presidente. Por eso, demos al César lo que es del César y no veamos moros con tranchetes por las creencias, muy respetables, de cada quien. Mejor agradezcamos la riqueza de la diversidad de una sociedad plural.

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